No os confundáis, no soy una
mujer de mochila al hombro, de esas que cargan el macuto y allá que te va. No,
soy más bien de las que carga su bolsa de fin de semana que combina con el look
de escapada y disfruta viendo cómo otros corren los riesgos. De hecho, no hay
viaje que haga que no meta mi repelente de insectos, mi protección solar y mi
gorro “divine”. Pero esta vez el espíritu “Quechua” me ha transformado en la
típica que se enloquece tres días antes de la cita y se lía la manta a la
cabeza y compra hasta una linterna en el Decathlon. La incertidumbre y
sobretodo el nerviosismo por si seré capaz de alcanzar La Mira de los Galayos
hace que me desvele los días antes del fin de semana.
Para todos aquellos que son
inexpertos, como yo, os recomiendo que si alguno de los amigos es más intrépido
y se ha colgado la mochila al hombro alguna que otra vez, hacedle caso.
Seguramente lleve razón cuando te encuentres en algún apuro.
Para comenzar la ruta de los
Galayos, lo primero primerísimo es saber que debes madrugar. No se te ocurra
levantarte a eso de las ocho o nueve de la mañana y lanzarte a la montaña,
porque ya vas tarde. Comenzar la ruta en el municipio de Guisando (Ávila)
requiere al menos salir a las cinco de la mañana, con buen ritmo para alcanzar
la mira entorno a las diez de la mañana. Vas a estar alrededor de seis horas
caminando, haciendo senderismo; así que mentalízate: no existe el cansancio.
Para un grupo, tirar de miembros cansados hace que la ruta se convierta en una
experiencia aburrida. Es muy posible que para las próximas de este estilo no
estés convocado por tu carácter insoportable. Ya sabes, compórtate.
La ruta comienza con un
camino empedrado, bastante ancho en el que el ascenso te será bastante fácil.
No recurrirás a ningún punto de apoyo, aunque si quieres, y por seguridad, no
estaría demás que llevases un bastón de montaña porque acabarás haciendo 6 km
en un sendero no homologado y seguramente que en el último tramo de ascenso a
La Mira y para el descenso, si te sea fundamental llevarlo. No quiero engañarte,
tendrás que usar las manos una vez que quieras alcanzar el refugio, que se
encuentra a medio camino del ascenso. Hay dos tipos de camino por el que alcanzarlo,
puedes ir por los hitos (pequeños montoncitos de piedras colocadas con el fin
de guiar al senderista) o bien una vía en la que tendrás que hacer uso de manos
para sobrepasar algunas rocas. Mi experiencia fue tomar la ruta del camino
zigzagueante con los hitos, y la verdad que hasta que no perdí los hitos de
visto todo iba a la perfección pero una vez que los perdí la ruta comenzó a
complicarse. Te recomiendo, y es lo que hace la mayoría, ascender por las rocas
que aunque en un principio te parezca más complejo probablemente sea más seguro
de lo que te imaginas.
Si eres de los que el
ejercicio lo deja para más tarde, de esos que no mueve más que las pestañas
para dormir, es prácticamente seguro que este estilo de rutas no sean para ti.
Lo primero ni te van a gustar y lo segundo vas a estar asfixiado, deseoso de
lanzarte como un poseso sobre la cama. Por eso, te recomendamos que vayas con
algo de fondo físico. No necesitas ser Jesús Calleja pero sí aguantar la marcha
sin necesidad de pasar penurias físicas.
¿Qué
llevar en tu mochila?
También tienes que ser precavido,
el ascenso resulta medianamente seguro y el ánimo de los participantes se
encuentra intocable, pero después de tres horitas comienza la bajada de esta
ruta que posee 1223 metros de desnivel y no sería raro que des una mala pisada
sobre una roca y que se mueva y tengas un esguince; por eso en la mochila que
dejes preparada el día de antes meterás además de una sudadera, una tobillera.
Tu calzado debe ser cómodo y seguro; no se te ocurra estrenar botas de montaña
en ninguna ruta porque sufrirás rozaduras. En cuanto a alimentos:
imprescindible llevar frutos secos, almendras, avellanas, anacardos para
aguantar sin problemas. Un par de tabletas de chocolate, algo de fruta
(plátanos y melocotones) y bastante agua o bebidas isotónicas.
Esta es una experiencia para
vivirla con tus amigos y tu pareja, para compartir las vistas (los que tengan
vértigo a las alturas, que se abstengan), de conectar con la naturaleza y de
conocer tus miedos, reflexionar sobre tu ser y enriquecerte interiormente. Si
no consigues alcanzar La Mira, no te fustigues porque si has conseguido todo lo
anterior, considérate muy afortunado porque el fin de la ruta es simplemente
ese: superar las barreras y crecer interiormente con quienes te ayudan.
Sandra Delgado
@delgadopozuelo
Fotos Oliver Temiño
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